Seeking the Face of the Lord
Simon Bruté renuncia a una carrera prometedora en medicina por el sacerdocio
A los 20 años, el futuro obispo fundador de la iglesia católica en Indiana se muda de Rennes, la capital de Brittany, a París. Este fue un gran cambio para Simon ya que emprendió su carrera de medicina. Su madre tenía la esperanza de que su hijo se convirtiera en un cirujano extraordinario y en efecto, famoso. Para que eso sucediera, Simon tenía que asistir a la mejor escuela de medicina en Francia.
La señora Bruté estaba muy consciente de que París había sido el centro del frenesí revolucionario. Consciente también de que la gran ciudad era un foco de vida licenciosa, escribió de forma característica, un conjunto de reglas que Simon debía respetar. Además de las instrucciones relativas a mantener una buena salud, se le advirtió a Simon que no se involucrara demasiado en asuntos sociales y que no se dejara llevar por malas compañías. Se le disuadió de que asistiera al teatro.
Desde el punto de vista positivo, alentó a su hijo a que practicara sus deberes religiosos, que buscara un confesor y que leyera la Biblia y las obras de San Francisco de Sales. En cuanto a los estudios de medicina, era mejor dominar a la perfección pocas materias que estudiar varias superficialmente.
En su época, el Colegio de Medicina en París era considerado el más prestigioso del mundo. Al menos cuatro de los profesores de Bruté obtuvieron un lugar permanente en la historia de la medicina gracias a sus aportes al tratamiento humano de los enfermos mentales, en el campo de la química, en el estudio de la anatomía y en el campo de la cirugía. La preocupación de la señora Bruté por los valores espirituales y religiosos de Simon estaban bien fundados. En la época post-revolucionaria, no era extraño que los profesores consideraran que les correspondía a ellos como científicos y filósofos despreciar la religión y las “supersticiones” de la fe católica. Muchos de los jóvenes e inteligentes estudiantes de medicina reflejaban con facilidad la mentalidad de algunos de los miembros del profesorado.
Sin embargo, no todos los estudiantes se acogieron al cinismo y al escepticismo religioso. Simon Bruté y algunos de sus compañeros de clase formaron una cofradía religiosa y encontraron un sacerdote-moderador para que los asistiera. Más adelante Simon escribió que la preservación de su fe en París podría acreditársele a la influencia de este sacerdote-moderador y a su vinculación con aquellos que compartían su misma mentalidad.
Él y sus compañeros eligieron temas para sus tesis que les dieran la oportunidad de reafirmar su fe católica. Aparentemente esta controversia en la escuela de medicina atrajo la atención del Primer Cónsul de Francia, Napoleón Bonaparte. No están claros los motivos, pero se rumora que dio instrucciones a los profesores de la escuela de medicina de que se adhirieran estrictamente a los temas contenidos en el plan de estudios y que evitaran las críticas a la religión.
Durante este período de estudios médicos, la preocupación característica de Simon por un colega que había sido encarcelado injustamente por atender a un presunto conspirador, lo llevó a interceder por el perdón de su amigo. Su intervención atrajo la atención de Napoleón Bonaparte. También se le atribuye a Simon el hallazgo de un grupo de sacerdotes disfrazados para que estuvieran disponibles para brindar la absolución en el cadalso a un prisionero católico, condenado a la guillotina.
Simon sobresalió como un estudiante de medicina brillante. En 1802, justo antes de su graduación, ganó el codiciado premio Corvisart, otorgado al estudiante de medicina más destacado. La competencia estaba abierta para los 1,100 estudiantes del colegio de medicina y se determinaba al ganador a través de un proceso de exámenes orales y escritos. El premio le aseguró a Simon Bruté una carrera exitosa como médico en Francia. De hecho, a pesar de no haberlo intentado, después de su primera pasantía, se le nombró médico del Primer Dispensario, el principal centro médico de París. El nombramiento tenía las huellas digitales de Napoleón Bonaparte. Parecía que sería sólo cuestión de tiempo para que obtuviera un cargo en el cuerpo de profesores del colegio de medicina.
Sin embargo, Simon Bruté no aceptó el nombramiento gubernamental. Su madre estaba atónita. Para el asombro de todos, Simon había decidido que quería dedicarse al sacerdocio. Había perseverado en sus estudios y lo había hecho con honores y distinciones. Como un gesto de agradecimiento, le envió el premio Corvisart a su primer maestro y mentor en Rennes, el Dr. Duval.
La señora Bruté no tenía idea de que su hijo había estado considerando la vocación al sacerdocio. Posteriormente trataría de convencerla de que, si convertirse en doctor para curar las enfermedades del cuerpo era un oficio noble, lo era aun más curar las enfermedades del alma. Su madre no estaba convencida y se opuso vehementemente a su decisión de convertirse en sacerdote.
Le había aconsejado sabiamente que tomara medidas para proteger y alimentar su fe católica en medio de la cultura parisina después de la Revolución Francesa. Se había preocupado por los movimientos antirreligiosos, sin darse cuenta de que tal vez su propia enérgica influencia inconscientemente llevaría a su hijo a estudiar para el sacerdocio.
La próxima semana: A pesar de no contar con la aprobación de su madre, Simon Bruté ingresa al seminario y estudia para ser sacerdote. †