December 2, 2005

Seeking the Face of the Lord

No dejemos que pase el Adviento sin dedicar gozosamente un espacio para Dios

En el mundo antiguo, “adviento” era un término técnico. Se refería a la llegada de una persona de una institución superior, tal como un emperador o un rey. En el mundo pagano, también podía significar la llegada de un dios o una diosa quien emergía de la oscuridad y daba a conocer su presencia. El adviento de un dios o diosa podía celebrarse por medio de un ritual pagano. El cristianismo se apoderó de la palabra “adviento” para referirse a la llegada de Jesucristo en la procesión de la vida en la Tierra, algo que debe esperarse y celebrarse en grande.

El significado más profundo del Adviento cristiano puede entenderse a través de sus diversos aspectos. Tiene la connotación de una visita importante. Constituye una época de espera vigilante. Constituye una época de alegría sigilosa.

El telón de fondo de la temporada de Adviento se concibe como una época de reflexión sosegada en los días previos a la Navidad. Para muchos compañeros es todo menos eso. Pero no debemos simplemente entregarnos a la idea de que las semanas anteriores a la Navidad deben ser agitadas y llenas de ansiedad. Tenemos algo que decir al respecto.

Esta época que precede a la Navidad puede adquirir un cariz totalmente diferente si elegimos verla como un momento para prepararse para una visita especial de Dios, quien desea adentrarse en nuestras vidas y acercarse a nosotros. Podemos darle la bienvenida a esta visita especial del Dios que nos ama como personas, como familia y también como comunidad de fe.

Esta es una época en la cual, con la ayuda de Dios, podemos hacer un esfuerzo especial para liberarnos un poco más de la posesividad de nuestro trabajo y otras preocupaciones que suelen mantener a Dios alejado de nosotros. Quizás nos hagamos el propósito de evitar dejarnos llevar por las cosas o las demás personas, para poder darle a Dios la oportunidad de ayudarnos a soportar las cargas cotidianas. El Adviento nos recuerda que Dios desea estar con nosotros.

Asimismo, es una época de espera vigilante. Para la mayoría de nosotros, esperar no constituye una experiencia placentera. Cuando pienso en esperar, recuerdo la experiencia de lo que parecían ser horas interminables en el consultorio del oftalmólogo cuando era niño y me habían dilatado las pupilas para el examen. Durante la espera, no podía leer, no podía hacer nada más que estar allí sentado y no era bueno en eso.

Este no es el tipo de espera que pone de relieve el significado del Adviento cristiano. La época que precede a la Navidad está destinada a ser una espera llena de esperanza. La espera es algo cotidiano para todo el mundo en todas las etapas de la vida. Siempre esperamos que vengan tiempos mejores.

Como cristianos, esperamos que el Señor esté con nosotros a cada paso de nuestro peregrinaje en la travesía de la vida. Esperamos y rezamos por que, si no en este momento, algún día Él “recoja todas nuestras lágrimas y nuestros problemas” en el reino donde toda lágrima será enjugada. Aun en la aflicción podemos lamentarnos con esperanza porque sabemos que algún día entraremos en la casa del Padre donde todo estará bien.

Resulta muy oportuno un agradecimiento de Adviento por el obsequio de nuestra fe. En efecto, si no esperáramos nada, la vida sería vacía. Una pausa de oración durante estos días antes de la Navidad nos ayuda a profundizar nuestra conciencia sobre el verdadero significado de la procesión de la vida camino a la casa de Dios.

El Adviento nos recuerda que la vida puede ser, de hecho, una procesión jubilosa, mientras vamos camino al reino. El gozo cristiano no es algo superficial o fugaz que desaparece después de abrir todos los regalos en la mañana del día de Navidad. Ni siquiera el sufrimiento humano puede privarnos del júbilo. De hecho, el sufrimiento y la alegría humana no son contradictorios. El júbilo es el sentido de alegría que se encuentra profundamente enraizado en una paz interna en nuestros corazones. A final de cuentas, Dios está con nosotros.

Por supuesto, una profunda paz interior significa que nosotros abrimos nuestros corazones a Dios, quien ha venido y continúa viniendo para estar con nosotros. Por otra parte, la tristeza de corazón y el júbilo pueden ser contradictorios. La tristeza de espíritu proveniente de una vida algo menos que verdadera puede sofocar el gozo cristiano. La buena noticia es que Jesucristo nos dio un remedio para la tristeza espiritual, a saber, el sacramento de la reconciliación. El Adviento nos brinda la oportunidad especial de arreglar las cosas entre nosotros y Dios, quien viene para estar con nosotros.

El verdadero espíritu de preparación para el nacimiento de Jesús y la promesa de la felicidad eterna en la casa del Padre nos han conducido acertadamente a la tradición de intercambiar regalos en Navidad. Lo importante es recordar por qué compartimos la dicha de obsequiar. Así el Adviento tiene la oportunidad de convertirse en una temporada de alegría sigilosa y de espera con esperanza. †

 

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