Buscando la
Cara del Señor
El llamado a la santidad es más que la elección de una carrera
Con el favor de Dios, el 2007 será el aniversario número 43 de mi ordenación como sacerdote, el número 20 como obispo y el número 15 como arzobispo.
En muchos aspectos parece un desenlace poco probable para un niño proveniente de una pequeña comunidad rural en el sur de Indiana.
En la fe, creemos que Dios nos lleva hacia donde Él desea. Únicamente por medio de su gracia cualquiera de nosotros puede vivir el llamado a la santidad y marcar la diferencia en nuestro mundo.
Nadie nace sacerdote o religioso. Sin embargo, la gracia de Dios puede tales obras y por lo general, en circunstancias poco probables.
Varias cosas han cambiado en nuestro mundo desde que entré en el seminario hace muchos años. El ambiente cultural es drásticamente distinto.
Hace años buscar una carrera lucrativa no era la primera prioridad para la mayoría de nosotros. Eso no quiere decir que no pensáramos en vivir vidas exitosas: por supuesto. Pero no tenía la impresión de que nuestros padres sintieran la presión de orientarnos hacia el éxito financiero.
Ciertamente, de vez en cuando se escuchaba que los padres querían que a sus hijos “les fuera mejor” que a ellos. En su mayoría, tal y como mi mamá y mi papá, los padres estaban dispuestos a apoyar a sus hijos e hijas que se sintieran llamados por Dios para servir como sacerdotes o hermanos religiosos.
En el ambiente de hoy en día, por lo general ese no es el caso. Las familias son más pequeñas y el deseo de tener nietos puede pesar más que tener un sacerdote o un religioso en la familia.
Sin embargo, un número impresionante de jóvenes están buscando una forma de marcar la diferencia en la vida, quizás como religiosos consagrados y sacerdotes. Necesitan apoyo pero tal vez no lo encuentren en sus padres o en muchos de sus compañeros.
Algunos de nuestros jóvenes que preguntan sobre las posibles vocaciones religiosas desean hacerlo de manera confidencial porque no quieren que sus padres lo sepan. Algunos se sienten avergonzados de que sus compañeros se enteren de sus pensamientos sobre la santidad y el discernimiento vocacional.
Muchos de nuestros jóvenes que se sienten llamados a la santidad en la Iglesia—independientemente de si es como personas laicas o sacerdotes, hermanas o hermanos—hallaron su inspiración en el Papa Juan Pablo II. Y continúan admirando a su sucesor, el Papa Benedicto XVI.
En estos días, al igual que en épocas pasadas, muchos jóvenes se sienten inspirados por sacerdotes, religiosas o hermanos. Encuentro admirable que estos jóvenes y jóvenes adultos, si se les da la oportunidad, se sienten a gusto rezando a solas o en compañía de otros.
Si se les da la oportunidad, a muchos les encanta rezar frente al Santo Sacramento y están dispuestos a pasar tiempo en silente adoración. Sospecho que algunos de ellos tal vez se sientan más a gusto rezando que sus propios padres.
Nuestros seminaristas, así como las postulantes y novicias en comunidades religiosas, siguen su discernimiento vocacional a costa de un precio elevado y sacrificio personal. Algunos renuncian a carreras exitosas. Otros venden sus casas y renuncian a la relativa seguridad que habían comenzado a disfrutar. Únicamente la gracia de Dios hace que esto sea posible, así como el apoyo moral de los padres, amigos y compañeros.
La experiencia del colegio seminario de nuestro Obispo Simon Bruté proporciona ese tipo de ambiente para los jóvenes universitarios. Les brinda la oportunidad de experimentar una cierta formación humana y espiritual mientras conviven con compañeros que comparten su misma orientación dentro de un ambiente universitario. Independientemente de si prosiguen en un seminario teológico o se convierten en sacerdotes, obtienen un desarrollo personal, académico y espiritual envidiables que les sirve para toda la vida.
El reto de hallar vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada en nuestros jóvenes y jóvenes adultos es grande. Primeramente, la movilidad social hace que sea difícil encontrarlos. Segundo, porque el fundamental contacto con sacerdotes y hermanas ya no es tan fácil de hallar debido al número decreciente y por consiguiente debemos ser más creativos para poder brindar estas oportunidades.
Ayudar a los jóvenes y jóvenes adultos a caminar contra la corriente de valores seglares, materialistas e individualistas de la sociedad contemporánea requiere un esfuerzo multifacético de parte de todos los católicos: padres, abuelos, maestros y entrenadores, así como sacerdotes y religiosos.
Todos los días le doy gracias a Dios por el obsequio de mis padres, mi familia, mis amigos y mis tutores en el camino al sacerdocio. Demostraron fe en Dios y en su gracia de manera llana y sencilla. Tuve la bendición de recibir formación, educación, ánimo, desafíos y supervisión.
Ciertamente eso no es menos posible o necesario para los jóvenes adultos de hoy en día. Debemos recordar que compartimos un llamado a la santidad que es más que la elección de una carrera. Por la gracia de Dios, es el camino a la felicidad y a la paz.
Pretendo patrocinar una oportunidad para que los jóvenes me acompañen en una oración y reflexión sobre el llamado al sacerdocio, el viernes y el sábado después del Miércoles de Ceniza. Más adelante daré mayores detalles. †