Buscando la
Cara del Señor
El Papa Benedicto XVI sabe cómo decir la verdad con amor
La visita del Papa Benedicto XVI a Estados Unidos es extraordinaria. Me maravilla cómo una persona de su edad puede lograr tanto en tan corto tiempo.
En Washington se reunirá con funcionarios gubernamentales nacionales e internacionales, incluyendo el Presidente George W. Bush; con aproximadamente 350 obispos estadounidenses; con los líderes de más de 200 universidades e institutos de educación superior católicos de Estados Unidos y con superintendentes escolares de las diócesis de Estados Unidos. Tiene programado reunirse con budistas, musulmanes, judíos, sijs, hindúes y con representantes de otras religiones.
En Nueva York se reunirá con representantes de otras denominaciones cristianas. Rezará con sacerdotes, diáconos y miembros de las órdenes religiosas. Se reunirá con los jóvenes discapacitados, cientos de seminaristas y varios miles de jóvenes. Visitará la Zona Cero.
Entre unas reuniones y otras, celebrará dos Misas solemnes con miles de personas.
En medio de todo esto celebrará su cumpleaños número 81 y el tercer aniversario de su elección como Papa.
He tenido la oportunidad de estar en la presencia de este Papa una vez y tal vez una docena de veces cuando todavía era prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe.
Cada cinco años los obispos deben reportarse ante el Santo Padre y las Congregaciones y los Concejos Papales en el Vaticano.
Sin duda alguna, todos los obispos que conozco les dirán que, luego de la visita al Santo Padre, a todas las Congregaciones y oficinas, la entrevista con el Cardenal Joseph Ratzinger era la más receptiva, productiva, informativa y alentadora. Uno nunca hubiera tenido esa impresión partiendo de la caricatura del cardenal que presentaban los reportajes de la mayoría de los medios de comunicación en ese entonces.
Como prefecto, el Cardenal Ratzinger y la Congregación para la Doctrina de la Fe tenían la responsabilidad de promover las enseñanzas de la Iglesia en su totalidad y de defenderlas cuando lo consideraran necesario.
El cardenal desempeñó su cargo, independientemente de si era popular o no. Me parece que la gente olvida el hecho de que si la doctrina de la Iglesia, que se ha difundido por cientos de años, cambiara con las corrientes intelectuales de la época, ya no existiría una fe católica y no habría una Iglesia Católica.
Supongo que es obvio que soy abiertamente discípulo del Papa Benedicto, al igual que lo era cuando él era el prefecto a cargo de la doctrina.
Por la gracia de Dios, ha sido una bendición para nuestra Iglesia. No tiene rival como teólogo sagaz e imparcial. No tengo mucha paciencia para sus críticos quienes con demasiada frecuencia no han leído ninguno sus escritos.
El Papa Benedicto es una persona que sabe cómo decir la verdad con amor. En la docena de veces que me he reunido con él, me ha parecido fascinante, humilde y sereno.
Varias veces me lo encontré por la calle, yendo hacia una librería o saliendo de ella. Vestía una simple sotana negra. Se detuvo a hablar durante algunos minutos; tenía una memoria extraordinaria para los nombres.
Si bien es amante de la tradición y la herencia de la Iglesia, el Papa Benedicto está decididamente comprometido con la total implementación del Concilio Vaticano Segundo. Conoce los orígenes y la evolución de las enseñanzas contenidas en los documentos del Concilio porque estuvo allí y tuvo influencia directa a la hora de elaborar varios de ellos.
Una vez le pregunté al Papa Juan Pablo II cuál pensaba que sería su mayor logro durante su papado.
Sin dudar, respondió: “el Catecismo de la Iglesia Católica.”
Y el Cardenal Ratzinger fue el productor principal de ese extraordinario compendio de nuestra fe.
El Cardinal Ratzinger señaló en una ocasión que en principio no estaba seguro de que se pudiera lograr la elaboración de un catecismo contemporáneo de modo satisfactorio. Lo logró.
Como presidente de nuestro comité de obispos que supervisa el uso del catecismo en nuestro país, tuve la oportunidad de reunirme con el Cardenal Ratzinger.
Esa fue la primera vez que lo vi desempeñar el papel de portavoz elocuente de nuestra Iglesia, participando en un diálogo con la cultura seglar contemporánea. Tenía y sigue teniendo un gran entendimiento de la inmensa perspectiva global necesaria para hacerlo.
El Papa Benedicto es un líder internacional oportuno para sacar adelante con empuje las enseñanzas del Papa Juan Pablo II. El Papa actual es un exponente sagaz de la complementariedad de la fe y la razón en una sociedad que desea relegar a Dios y a la religión al sector privado, como si fueran irrelevantes. Es un campeador ferviente de la dignidad de la vida humana.
Este Santo Padre es el maestro perenne. Algunos de sus escritos exigen atención para seguir su inclinación de sentar las bases para una enseñanza importante. La perseverancia se ve recompensada por un resultado espiritual y pastoral refrescante.
El Papa Benedicto es un hombre sensible que es tanto sofisticado como sencillo. Es un hombre santo y noble. †