Buscando la
Cara del Señor
Dedique tiempo para hallar sosiego y escuchar a Dios
El 23 de octubre celebramos el aniversario número 60 de la casa de retiro de Nuestra Señora de Fátima. Fue una velada maravillosa y tuvimos una excelente asistencia.
Tenemos la bendición de contar con un lugar donde la gente puede pasar momentos especiales con Dios. El centro espiritual ofrece diversos programas para personas de todas las edades que necesiten apartarse para estar en soledad, quizás hallar consuelo.
El padre Keith Hosey de la Diócesis de Lafayette y director de retiros desde hace ya tiempo, fue el orador principal. Me agradó que eligiera hacer énfasis en la necesidad de la oración privada y de la importancia de tener un lugar de sosiego en nuestras vidas.
Señaló que tal vez hoy en día, más que nunca, necesitemos silencio. En medio del ruido de los tiempos que corren, anhelamos algo de soledad y silencio. Quizás ni siquiera nos demos cuenta.
Me recordó la obra de un difunto teólogo, monseñor Romano Guardini. Se titula Meditaciones antes de la Misa. La versión en inglés la publicó Sophia Institute Press en 1955.
Monseñor Guardini empieza su libro con un capítulo titulado “Sosiego.” El capítulo comienza así: “Cuando la Santa Misa se celebra de forma adecuada, existen momentos en los que las voces del sacerdote y de los fieles se acallan.”
Más adelante, escribe: “Por consiguiente el inicio del servicio divino es la creación del sosiego. El sosiego está íntimamente relacionado con el discurso y la palabra.”
Asevera: “No puede enfatizarse demasiado la importancia del silencio para la celebración sagrada, el silencio que le sirve de preparación, así como el silencio que se establece repetidamente durante la ceremonia. El silencio abre la fuente interna a partir de la cual surgen las palabras. El silencio y el discurso son interdependientes. Juntos forman una unidad sin nombre que respalda nuestra vida espiritual.
“Al igual que los sacramentos, el mundo de Dios es corpóreo y espiritual; al igual que éstos, su propósito es alimentar el espíritu del hombre de carne y hueso, obrar en él como un poder. “La palabra de Dios ha de ser escuchada, y para ello hace falta el silencio.” ... Tener oídos para escuchar requiere de gracia ya que la palabra de Dios sólo la pueden escuchar aquellos cuyos oídos han sido abiertos por Dios. ... Pero también requiere algo que nosotros mismos deseamos y de lo cual somos capaces ya que se encuentra internamente en nosotros. ... Todo esto es posible únicamente cuando tenemos sosiego interior” (cf. pp. 13-20).
Asimismo, recordé las palabras pronunciadas por el difunto papa Juan Pablo II al comienzo de su pontificado: “Para mí, la oración tiene la primera prioridad. La oración es el prerrequisito básico para servir a la Iglesia y al mundo. ... Todo creyente debería pensar en la oración como un componente esencial e indispensable de la propia vocación. Es la ‘opus divinum’ que precede y cubre toda obra. Sabemos de sobra que la fidelidad a la oración o descuidarla son pruebas de la vitalidad del apostolado de la vida religiosa y de la fidelidad cristiana” (Discurso, 7 de octubre de 1979).
Nunca olvidaré la primera vez que leí el recordatorio severo del Santo Padre para el clero y los religiosos. “Un peligro constante para los sacerdotes, incluso para los más fervorosos, es que se sumergen tanto en la obra del Señor que descuidan al Señor de la obra.” (Discurso en Maynooth, 1 de octubre de 1979).
A principios de 1979, Juan Pablo II dijo: “Debemos hallar tiempo, debemos dedicar tiempo, para estar con el Señor en la oración. La oración es indispensable para ti, tanto hoy como ayer”. (Discurso en Guadalupe, 27 de enero de 1979).
El Santo Padre Juan Pablo II hace la aclaratoria contundente de que la primera prioridad de los sacerdotes, de los religiosos y de los fieles laicos por igual, es la oración, incluyendo la oración privada. Y señala los peligros que todos corremos de estar demasiado ocupados para orar, demasiado ocupados para cultivar nuestra amistad con Dios.
Era lo que el padre Hosey aseveraba sobre la distracción de nuestro mundo tan ajetreado. El Santo Padre dice que incluso los sacerdotes fervorosos pueden descuidar esta relación. Y si lo hacemos, si los religiosos y los laicos lo hacen, nuestra relación con Dios comienza a verse mermada.
Monseñor Guardini nos explica la importancia suprema que tiene el silencio si deseamos vivir nuestro llamado a la santidad, que es nuestra vocación fundamental, independientemente de cuál sea nuestra situación en la vida. El silencio y el sosiego son necesarios porque Dios habla en el silencio; se comunica con nosotros tanto en el silencio de nuestros corazones, así como en la Iglesia. Nuestro desafío es dedicar tiempo para hallar el sosiego y poder escucharle.
Alguien colocó un pequeño mensaje enmarcado sobre mi escritorio en la casa. No estoy seguro de quién lo hizo, sino que apareció allí. Dice sencillamente: “Quédate en silencio y sé consciente de que YO SOY”. Resulta un recordatorio diario extraordinario.
Elijo ofrecer esta reflexión sobre la oración, el silencio y el sosiego porque creo que resulta oportuno para el Adviento.
De alguna forma, el silencio y el sosiego parecen temas especialmente apropiados para el Adviento y la Navidad. †