Buscando la
Cara del Señor
Viva esta Navidad con agradecimiento a Dios y al prójimo
El Día de Navidad no es otro día cualquiera. Se tiene que tener un corazón de piedra para no sentirse conmovido por el “espíritu de la Navidad,” independientemente de las circunstancias en las que nos encontremos.
La antigua y hermosa tradición de la temporada, acentuada por la música alegre y las bellas decoraciones, la costumbre de intercambiar regalos y los banquetes dan a la Navidad un aire romántico.
A pesar de ello, para algunos de nosotros no resulta impensable mostrarse reacios o indiferentes ante esta festividad. Ninguno de nosotros está exento de quedarse sin fe y esperanza.
En efecto, la Navidad no tiene sentido si no tenemos fe y esperanza. Si la vemos como una mera celebración secular incluso puede convertirse en un fastidio. Algunas personas encuentran que la temporada de Navidad les deprime.
Y por consiguiente, debemos rezar porque somos frágiles y culpables.
A comienzos de su pontificado, el papa Juan Pablo II dijo ante un público joven: “Necesitamos admitir humildemente que somos unas pobres criaturas con ideas confusas. ... Somos frágiles y constantemente necesitamos fortaleza interior y consuelo. La oración nos brinda la fortaleza para alcanzar grandes ideales, para mantener nuestra fe, caridad, pureza y generosidad; la oración nos brinda la fortaleza para superar la indiferencia y la culpa si hemos tenido la desdicha de sucumbir a la tentación y la debilidad.
La oración nos proporciona la luz para poder ver y juzgar desde la perspectiva de Dios y desde la eternidad. ¡Es por ello que no deben abandonar la oración! ¡No dejen que pase un día sin orar siquiera un poco! La oración es un deber, ¡pero también es un gozo ya que constituye un diálogo con Dios a través de Jesucristo!” (Audiencia con jóvenes, 14 de marzo de 1979, Hablar con Dios, Volumen 1).
De hecho, la época de Navidad debería proporcionarnos una pausa para medir la calidad de nuestra fe.
¿Acaso estamos dispuestos a ver que la guirnalda navideña decora el significado espiritual de la Navidad? ¿Podemos relacionar todo lo que sabemos acerca de la celebración de la Navidad con el nacimiento de Jesús? ¿Podemos arrodillarnos ante Jesús que nació al igual que uno de nosotros? ¿Creemos que Jesucristo es el Hijo de Dios y nuestro Salvador? ¿Acaso comprendemos que la oración es una conversación con el Hijo de Dios?
La temporada de la Navidad nos brinda la ocasión para reforzar oportunamente nuestra fe. ¿Es acaso una llama viva que calienta el corazón o quizás simplemente una chispa?
Mediante cada una de las temporadas litúrgicas de la Iglesia, Dios nos ofrece gracias especiales, auxilios especiales para profundizar en nuestra fe. Nuestro reto es buscar y aceptar el obsequio que Dios nos ofrece mediante el ministerio de la Iglesia. Sería una desventura perder una oportunidad tan espléndida, si ignoramos la inspiración que recibimos en la época de la Navidad.
Ciertamente la tradición de intercambiar regalos en Navidad se remonta al fantástico obsequio que Dios dio a la familia humana cuando entregó a su único Hijo para salvarnos del pecado y de la muerte.
Siguiendo el espíritu dadivoso de Dios, obsequiamos como señal de nuestro amor mutuo. La evolución de la tradición de Papá Noel encuentra sus raíces en la tradición espiritual de obsequiar en virtud del amor que nos tenemos unos a otros.
Y el obsequio de Dios al entregar a su único Hijo nos sirve como ejemplo. El llamado espiritual de la Navidad es para vivir con agradecimiento a Dios y al prójimo. El don espiritual de la Navidad es la ayuda que necesitamos para lograrlo. A cada uno de nosotros le espera un obsequio especial de Navidad, en formas distintas.
Quizás lo encontremos en el sacramento de la penitencia y la reconciliación. La misericordia es el don más excelso de Dios. Con seguridad lo encontramos en la celebración de la Santa Misa.
Dondequiera que nos encontremos en el Día de Navidad y a lo largo de toda esta temporada de amor especial, sin importar qué tan lejos estemos de nuestros seres queridos (pienso en nuestros seres queridos que se han ido a la casa de Dios o nuestros seres queridos que sirven en el ejército en Iraq o Afganistán), no importa cuán distantes nos sintamos de nuestros seres queridos, verdaderamente podemos reencontrarlos en la Iglesia, en el espíritu de nuestra oración, especialmente en la Misa y en la sagrada Comunión.
Recordemos que la reunión espiritual también es una reunión real. Me hago el propósito especial de rezar espiritualmente con mis padres y familiares difuntos. También me reúno con mis amigos más cercanos en una oración de corazón en la Misa de Gallo.
Sé que me reuniré con todos ustedes y sus seres queridos en mis misas de Navidad y en la oración. Si lo desean, acompáñenme a celebrar la Misa de Gallo en la Catedral de San Pedro y San Pablo en Indianapolis.
¡Que la paz y el gozo de Cristo los acompañe! ¡Y que Dios bendiga nuestro Nuevo Año 2011! †