Alégrense en el Señor
La vida en comunidad y la interacción con los demás son el corazón del Evangelio
El mundo se está encogiendo. Ahora más que nunca nos encontramos muy cerca de aquellos que están geográficamente muy lejos de nosotros. Las comunicaciones sociales y los medios de transporte modernos facilitan la interacción entre pueblos y culturas de formas que nuestros abuelos jamás podrían haber imaginado.
Tristemente, el conocimiento de lo que sucede en la aldea global es muy limitado. Solo tiene que ver cualquiera de las noticias que aparecen en los canales de televisión por cable. Se dedica muy poco tiempo a las noticias; y las que realmente vemos o de las cuales escuchamos reportajes, raramente hablan sobre asuntos que trasciendan nuestras fronteras. Cada vez más nos convertimos en una aldea global pero nuestra perspectiva sigue siendo peligrosamente local.
En el capítulo 4 de “Evangelii Gaudium” (“La alegría del Evangelio”), el papa Francisco no señala “La dimensión social de la evangelización.” El Santo Padre nos recuerda que, si bien nuestra fe en Jesucristo es algo profundamente personal, jamás es algo privado. “En el corazón mismo del Evangelio—nos enseña el papa—está la vida comunitaria y el compromiso con los otros” (#177).
Ignorar las implicaciones sociales de las enseñanzas de Cristo es malinterpretar por completo su mensaje. “Se trata de amar a Dios que reina en el mundo. En la medida en que Él logre reinar entre nosotros, la vida social será ámbito de fraternidad, de justicia, de paz, de dignidad para todos” (#180).
Durante mis años de servicio en la congregación redentorista, tuve el privilegio de visitar 70 de los 78 países de todo el mundo donde sirven mis hermanos redentoristas.
Viajar por los distintos rincones del planeta creó en mí una conciencia muy profunda sobre el hecho de que nuestro mundo se está encogiendo. También me convenció de que hay mucho por hacer antes de poder desarrollar verdaderamente el tipo de conciencia global que todos los papas de época reciente nos exhortan a cultivar, al tiempo que aceptamos nuestro llamado bautismal a proclamar el evangelio, tanto aquí en casa como en el resto del mundo.
A comienzos de este año invité a un grupo de personas muy diverso, procedentes de distintas regiones y ministerios de la Arquidiócesis, para que me ayudaran a reflexionar sobre “La alegría del Evangelio.” En especial, les pedí que me acompañaran a reflexionar sobre la pregunta: “¿Qué oportunidad nos brinda el espíritu Santo a nosotros en la arquidiócesis de Indianápolis?” Permítanme compartir con ustedes algunas de las ideas que surgieron de las oraciones, las reflexiones y los diálogos del grupo, mediante el resumen preparado por John Shaughnessy de The Criterion.
En la portada de “La alegría del Evangelio,” el papa Francisco aparece saludando a la gente, con la mano derecha extendida en señal de bienvenida. Su rostro también se muestra afable y alegre. Y aunque parece estar en medio de una multitud, su mirada revela que observa atentamente a alguien, como si esa persona, incluso en el más breve de los instantes y de los encuentros, fuera la única persona a quien le dirige toda su atención, la más importante para él. Este es el enfoque que vive el Papa para acoger a los pobres, los discapacitados, los inmigrantes, los que sufren y los que están perdidos.
El papa Francisco nos llama a la solidaridad con el pobre, el indigente, el inmigrante, el desconocido e incluso con aquel al que consideramos nuestro enemigo. Pero la solidaridad con los demás se fundamenta en nuestro encuentro con la persona de Jesucristo y con los hombres y mujeres que conforman la familia de Dios.
Se elogió el trabajo de Catholic Charities en toda la arquidiócesis por sus esfuerzos para ofrecer refugio a los indigentes, apoyo a las jóvenes embarazadas y otras formas de ayuda para los necesitados. También se recomendó que durante esas jornadas de ayuda a las personas se hiciera énfasis en que hubiera personas presentes en los albergues y en los comedores que dispongan de más tiempo para escuchar las historias de los necesitados. También se hizo el llamado para concentrar más atención en ayudar a las personas necesitadas a salir adelante, a ayudarlas a adquirir las aptitudes y los medios necesarios para lograr una vida mejor.
Nuestra iglesia local está familiarizada con las necesidades de los pobres que se encuentran entre nosotros. Somos igualmente generosos en nuestra respuesta frente a las necesidades que existen en otras partes del país y del mundo. El papa Francisco nos exhorta a cultivar la generosidad natural de nuestro pueblo, a promover nuestra conciencia y entendimiento, y a dejar que los pobres (“que tienen mucho que enseñarnos,” #126) nos enseñen a vivir el Evangelio en nuestra vida cotidiana.
Mientras nos preparamos para la gran festividad de Pentecostés, oremos para que el Espíritu Santo ilumine nuestras mentes y expanda nuestros corazones. ¡Que siempre proclamemos la dimensión social del Evangelio! †
Traducido por: Daniela Guanipa