Alégrense en el Señor
Conectados en el Espíritu: la opción misionera
Durante las últimas semanas del verano deseo ofrecer algunas reflexiones sobre la interrogante que me he planteado desde que llegué a la zona del centro y el sur de Indiana, hace más de 18 meses: ¿Dónde nos está abriendo el Espíritu Santo una puerta? En el marco de estas reflexiones, me gustaría incluir algunos comentarios sobre el proceso que denominamos “Conectados en el Espíritu.”
Es evidente que Dios nos llama a examinar muy de cerca la cantidad, la ubicación y el personal de las parroquias de los 11 deanatos de nuestra Arquidiócesis y ese es uno de los objetivos principales de Conectados en el Espíritu.
Pero pienso que la interrogante de dónde nos está abriendo una puerta el Espíritu Santo es mucho más amplia y quizás incluso representa un desafío más grande, así que deseo explorar los asuntos importantes que debemos enfrentar aquí, en el contexto de nuestra misión general y de nuestro objetivo como Iglesia arquidiocesana.
En su exhortación apostólica, “Evangelii Gaudium” (“La alegría del Evangelio”), el papa Francisco dice algunas cosas que constituyen desafíos para los obispos, los sacerdotes y todos aquellos que tienen responsabilidades pastorales dentro de la Iglesia.
No debemos encerrarnos en nosotros mismos. No debemos emplear los sacramentos o las enseñanzas sobre moral de la Iglesia como clubes para exponer al escarnio público a los demás o ahuyentarlos de la comunidad de fe. La misericordia, el amor a los pobres, la humildad, un espíritu acogedor y la proclamación entusiasta de la alegría del Evangelio deberían ser las características que nos definan.
El Santo Padre nos exhorta a ser “evangelizadores con espíritu” (#259) y si bien la obra de evangelización debe desarrollarse en todos lados, inclusive en nuestros hogares, lugares de trabajo y en plazas públicas, la parroquia desempeña un papel especial a la hora de dar testimonio de la alegría del Evangelio.
El papa Francisco escribe: “Sueño con una opción misionera capaz de transformarlo todo, para que las costumbres, los estilos, los horarios, el lenguaje y toda estructura eclesial se convierta en un cauce adecuado para la evangelización del mundo actual más que para la autopreservación. La reforma de estructuras que exige la conversión pastoral sólo puede entenderse en este sentido: procurar que todas ellas se vuelvan más misioneras, que la pastoral ordinaria en todas sus instancias sea más expansiva y abierta, que coloque a los agentes pastorales en constante actitud de salida y favorezca así la respuesta positiva de todos aquellos a quienes Jesús convoca a su amistad” (# 27).
No puedo imaginarme una explicación más clara de nuestra misión como parroquias y como arquidiócesis. Estamos llamados a ser discípulos misioneros y todas las modificaciones que hagamos a nuestras estructuras sin duda deben ser en pro de la “evangelización del mundo actual” y no para la “autopreservación.”
“La parroquia no es una estructura caduca; precisamente porque tiene una gran plasticidad, puede tomar formas muy diversas que requieren la docilidad y la creatividad misionera del Pastor y de la comunidad. Aunque ciertamente no es la única institución evangelizadora, si es capaz de reformarse y adaptarse continuamente, seguirá siendo «la misma Iglesia que vive entre las casas de sus hijos y de sus hijas»” (# 28).
A través del proceso de colaboración y razonamiento inductivo de Conectados en el Espíritu, enfrentamos el desafío de adoptar una mayor flexibilidad en la forma en la que estructuramos y dotamos de personal a las parroquias. Nuestro objetivo principal es proclamar el evangelio como “discípulos misioneros” que dan testimonio de la alegría del Evangelio. Nuestro objetivo no es la autopreservación, si bien tenemos la responsabilidad de ser administradores de los recursos humanos, físicos y económicos que se nos han confiado.
El papa Francisco nos recuerda que estamos llamados a ser “la Iglesia encarnada en un espacio determinado, provista de todos los medios de salvación dados por Cristo, pero con un rostro local” (# 30). El Santo Padre prosigue diciendo que tanto las parroquias como las diócesis tienen el desafío de salirse de su comodidad y de convertirse en embajadores de Cristo, tanto cerca de sus hogares como en los rincones más apartados del mundo.
Cuando anuncié recientemente los resultados de nuestras deliberaciones en los cuatro deanatos de Indianápolis como parte de Conectados en el Espíritu, mencioné que ahora estamos trabajando con tres modelos o estructuras diferentes para las comunidades parroquiales: fusionadas, vinculadas y asociadas. En las próximas semanas planeo explicar cada uno de estos modelos, pero lo que todos ellos tienen en común es nuestro esfuerzo sincero de materializar el sueño del papa Francisco de crear una “opción misionera” para nuestras parroquias y nuestra arquidiócesis.
Pidámosle al Espíritu Santo que siga guiando el proceso de planificación de Conectados en el Espíritu, para que todos podamos convertirnos en discípulos misioneros que ofrecen testimonios elocuentes de la alegría del Evangelio. †
Traducido por: Daniela Guanipa